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De civiles, militares y guerrillas

     La mayor parte de los integrantes que habían derrocado el gobierno constitucional de Arturo Illia en 1966 pensaba que la Revolución Argentina se iba a perpetuar en la Casa Rosada.

 

     Se reproducían todo tipos de censuras, represiones fundamentalmente en las universidades, la prohibición de todo tipo de actividad política y como eje económico, una política liberal que beneficiaron, como siempre a los grupos económicos más poderosos, lo que lentamente hundieron los objetivos militares.

No solo eso, sino que se empezó a dar una creciente presencia guerrillera e insurreccional en todo el país.

 

     La historia nos lleva al Cordobazo, la creación de los Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y otros sucesos que le daban un golpe de knock out a las aspiraciones de Onganía en primera instancia y luego también a su sucesor, Levingston que no supieron cómo frenar “la hora del pueblo” que lenta o rápidamente iba haciéndose espacios y abriendo caminos.

 

     Para 1971, llegaba un nuevo presidente de facto de éste proceso, el General Agustín Lanusse –Comandante en Jefe del Ejército en ese momento- quien asumió el 26 de marzo. De familia dedicada al negocio agropecuario y de una fortuna considerable, fue partícipe del intento de golpe a Perón ya en 1951 por lo que tuvo que pagar con cárcel hasta el fin del gobierno de Juan Domingo Perón.

Un año y cinco meses después de haber asumido, el 15 de agosto, las organizaciones guerrilleras como la FAR y el Ejército  Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros, llevaron a cabo un intento de fuga masiva de la cárcel en la ciudad de Rawson.  En ese intento, seis de los jefes de esos movimientos. Lograron su cometido, pudiendo subirse a un avión secuestrado y volar a Chile, donde se refugiaron a la espera de otro avión, pero esta vez cedido por el gobierno de Fidel Castro e ir a Cuba.

      Los revolucionarios  del ERP Enrique Gorriarán Merlo, Mario Santucho y Domingo Menna; Fernando Vaca Narvaja de Montoneros y de las FAR Marcos Osatinsky y Roberto Quieto, fueron los cabecillas que lograron refugiarse en el país trasandino.

 

     Aunque cumplieron con su primer objetivo, no pudieron  completar la meta principal: la fuga de más de una centena de personas. La operación estaba dividida en tres grupos, el primero con el escape de los jefes se cumplió; en el segundo grupo  19 personas quedaron  amotinadas en el aeropuerto de Trelew y el tercero, con unas 110 personas no llegó a fugarse.

 

     Esos 19 que quedaron atrapados en el aeropuerto por “no llegar a tiempo para tomar el avión y completar el escape”, el 16 de agosto no tuvieron más remedio que entregarse a los militares, no sin antes pedir garantías para sus vidas ante periodistas y autoridades del Poder Judicial. Seguidamente de eso, fueron trasladados a la Base Aeronaval Almirante Zar de la misma ciudad. 

 

     Una semana más tarde, el 22 de agosto, se obligó a los reclusos a salir de sus respectivas celdas y formar dos hileras. Minutos más tarde, una lluvia de balas dejaba el trágico saldo de 16 muertos de los 19 detenidos. Los sobrevivientes, lograron salir de la cárcel mezclándose con los cuerpos de sus compañeros y tiempo más tarde dieron su versión sobre el fusilamiento. María Berger, Carlos Alberto Camps y Ricardo René Haidar fueron quienes relataron ese momento y aportando sus denuncias. Los fusilamientos fueron justificados, en aquel momento, con una versión oficial de "intento de fuga".

 

 

Fuente: www.elhistoriador.com.arwww.infojusnoticias.gov.ar

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