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Vengo de un lugar alejado, un pueblo de Corrientes donde las calles de tierra son una postal. Donde las siestas son sagradas y las puestas del sol son de las más lindas del mundo.

 

Soy el menor de cinco hermanos de los que me encuentro sumamente orgulloso, cada uno tiene su profesión, su familia. Mis viejos la lucharon siempre, aunque nunca nos faltó nada. A todos les estoy profundamente agradecido por los valores que me enseñaron, con los que puedo caminar con la frente en alto. Sin duda, son parte de mi brújula.

 

Desde chico fui inquieto, caprichoso, el “más mimado”. A los siete años, algo iba a marcarme para siempre. Pusieron al lado de mi casa, una radio. A alguien se le ocurrió que junto con otros amigos, podíamos hacer un programa para chicos. Los diccionarios casi siempre los tenía conmigo, quizá por la recomendación de Pipo, mi vieja. A esa edad, pensaba que quería ser periodista, que iba a escribir, a estar en algún programa de radio. Nunca me aparté de ese sueño desde entonces.

 

El tiempo fue pasando. Llegué al último año de la secundaria y las decisiones tenían que tomarse. A veces, para ganar hay que perder. No sabía si estaba preparado para hacerlo, sin embargo, no podría saber si era lo correcto o no si no lo intentaba. Fue entonces cuando me alejé de mi gran pueblo para acercarme a esta pequeña ciudad. Mi lugar en el mundo, ahora sería mi lugar de vacaciones.

 

Llegué. Comencé una etapa totalmente nueva y no me arrepiento. En el camino, me crucé con una mujer especial, que me dio lo más valioso de mi vida, lo más preciado, mi mayor tesoro: mi hijo. Juntos se convirtieron en la otra parte de mi brújula.

 

Es difícil describirse a uno mismo. Lo que más anhelo es poder expresarme. 

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@cizaracho
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